La princesa
de la casa se quedó sin reino. Y sucedió de un día para otro, sin verlo venir,
sin imaginarlo. Apenas pudo despedirse de su mundo de uñas rosas y pocas preocupaciones.
Con
puesto de frutas en el mercado de Maravillas, a su padre las cosas siempre habían ido bien, lo suficientemente
bien como para poder darle a su única niña todos los caprichos. Pero el destino
es despiadado y un mal día del mes de las flores pasó de despachar manzanas a
quedar postrado en la cama a causa de un ictus severo.
La cuota de
autónomos da para poco en estos casos y de los seguros sólo te puedes fiar si
estás muerto y bien muerto, por lo que el mundo de colores de Marta se vino
abajo en un abrir y cerrar de ojos.
Con veinte años y
media carrera de Derecho se enfrentaba a un negocio con dos empleados del que
no conocía ni siquiera el nombre de buena parte del género que allí se
despachaba.
Aquello prometía
desastre y así fue, un pequeño caos paliado parcialmente gracias a esos dos
buenos colaboradores que llevaban al lado de su padre más de una década. Pero
cuando las cosas se ponen feas es cuando sale a relucir la calidad de las
personas, la pasta de la que están hechas más allá del barniz y el maquillaje
que las recubren.
Chica lista, en
sólo un par de meses se hizo con el control de la situación, y lo hizo a pulso.
Catorce horas diarias en el puesto sin dejar de observar cada detalle.
Productos, precios, márgenes, clientes y proveedores, ofertas especiales, vales
descuento. Días agotadores y noches haciendo descubriendo el secreto de las cuentas y leyendo a Jordi Mas y
Luis Lara en “Por qué unas tiendas venden y otras no”.
Control escrupuloso
del coste de estructura, márgenes de contribución total y por referencia y
cálculo del punto muerto para un beneficio requerido daban como resultado unas
cifras de ventas semanales necesarias para cumplir con los objetivos.
No hizo falta mucho
dinero para cambiar totalmente la imagen del puesto. Disposición de los
productos, iluminación, detalles de decoración, aspecto del personal y una
actitud proactiva orientada al cliente.
Enseguida se dio
cuenta de que vender es ofrecer a cada persona lo que quiere comprar y como
todo esfuerzo tiene su recompensa unos meses después de que el destino le
pusiera en aquella situación, el puesto de Marta comenzó a ser uno de los más
visitados del mercado y las cifras reales contabilizadas cada noche superaban
con creces los propósitos marcados.
Ahora quiere ir más
allá y está desarrollando una habilidad que le va permitir expandir su negocio, pero sabe que necesita aprender más,
que el trabajo diario ha de ir acompañado de formación y la formación ha de
tener un objetivo claro.
Hoy, la princesa de
la casa reina en el mercado, la luz de su sonrisa brilla y te atrae hacia su
puesto, una luz que te atrapa y hace que merezca la pena esperar turno. Si esta
semana vas a la compra, la reconocerás sin que nadie te lo diga y cuando la
veas a ella, piensa que detrás de su dulce mirada hay una mujer fuerte y tenaz,
con madera de emprendedora, dispuesta a reinar en el mundo de los negocios.
Joaquín Puerta
Foto: marimoon
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