Se me cae el
alma a los pies cuando veo a mi alrededor cómo se desperdicia el talento, como
personas válidas, en la cima de su carrera profesional quedan aparcadas en un
área de descanso indefinido por la falta de oportunidades que genera el dichoso
paro.
Desde el primer día
estructuró sus días como si de una jornada laboral se tratara, sondeos del
mercado de trabajo por internet, citas a través de su red de contactos,
visitas, entrevistas, en definitiva, un no parar con el claro objetivo de recolocarse.
Pronto fue
encontrándose con los primeros escollos, que si la edad, que si el sector de la
consultoría informática está muy tocado, que si exigen la necesidad de cambiar
de ciudad de residencia y el dichoso inglés que no termina de dominarlo.
El tiempo pasaba y
poco a poco las fuerzas fueron flaqueando hasta que llegó al convencimiento de
que esta situación iba para largo. Por otro lado, los ingresos familiares se
habían resentido, pues ahora cobrara los 1.150 € de la prestación por desempleo
que junto al sueldo de su mujer, les daba para vivir, aunque sin muchas
alegrías. Entre unas cosas y otras, decidió dar un giro, prescindir de los
servicios de la asistenta, sacar a los niños del comedor del cole y convertirse
así en un moderno amo de casa.
Los días pasaban
entre el súper y el aspirador llegando a verse en una situación en la que nunca
se había imaginado, hasta el punto de que cada vez le dedicaba menos tiempo a
la tarea de buscar empleo.
Y lo que son las
cosas, cuando menos se lo esperaba, una oferta se cruzó en su vida hogareña. Un
proceso de selección de los que le dijeron “ya le llamaremos”, resulta que
pasado el tiempo, realmente le llaman.
El proyecto tiene
buena pinta, desarrollo informático de nuevas aplicaciones para móviles,
mantenimiento de plataformas de servicio on-line y 1.400 € a casa cada mes,
nada que ver con lo que ganaba antes pero, así está mercado ahora. Lo malo, ir
todos los días desde Villaviciosa a un polígono industrial de San Fernando de
Henares, total hora y media de ida y otro tanto de vuelta en transporte
público, o bien 300 euros mensuales de gasolina y mantenimiento de coche.
Pero, su alegría
inicial por el fruto de los ocho meses de búsqueda se difumina cuando abre una
página de excel y compara la situación económica que le trae el nuevo empleo
con su actual vida de encargado de hogar.
Faltar de casa tantísimas
horas supone tener que contratar a una persona a media jornada para hacer las
labores domésticas y pagar su Seguridad Social, 100 kilómetros diarios conlleva
un coste importante en tiempo y en dinero, la jornada partida le obliga a comer
fuera de casa y a que los niños se queden en el comedor colegio, y por último,
tendrá que ir renovando su vestuario para adecuarse al puesto que ha de desempeñar.
En definitiva, todo sumado implica que su salario se va a limitar a 100 euros
al mes.
“Manolo, no te
interesa trabajar” se dice a sí mismo no pudiendo creer lo que ve en la
pantalla de su ordenador. Y lo peor de todo es, ¡que tiene razón!
Maldita sea la
falta de oportunidades en el mercado de trabajo que lleva a los profesionales a
no tener elección, maldita sea la falta de flexibilidad del empleo que obliga a
las personas a adaptarse al trabajo en lugar del trabajo a las personas, y maldita
sea la cultura empresarial de nuestro país que todavía piensa que echar muchas
horas es síntoma de productividad.
El resultado, como
tener en propiedad un edificio de viviendas en la Castellana vacío, sin
ocuparlo, ni alquilarlo, viendo como se deteriora.
¿Podemos
permitirnos en España perder nuestro principal activo, el talento de nuestros
profesionales?
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